Limitaciones de la democracia: surgimiento de nuevas élites
El Estado es un espacio de poder público que se ubica por sobre la
sociedad, para organizarla a través de un conjunto de instituciones
y leyes que integran el aparato estatal. Por tanto, el Estado ocupa
una posición de autoridad (Engels, 2006).
En un sistema democrático, la función del Estado es garantizar el
bien común, garantizando el ejercicio de los derechos de todas las
personas, aplicando las leyes, creando directrices que así lo permitan
y utilizando los recursos materiales o humanos que dispone
para este fin. Así, desde el Estado, se pueden provocar verdaderas
trasformaciones sociales.
El gobierno es el conjunto de personas que ponen en funcionamiento
el Estado, lo administran, es decir, llegan a comandar ese
espacio de poder político, económico, social y coercitivo. Lo hacen
a través del diseño de políticas públicas que tienen como base
las propuestas de campaña. De esta manera, muchos funcionarios
llegan a tener un gran poder en el manejo de fondos públicos y en
las órdenes que dan a sus subalternos (Maglio, 2015).
En democracia, el pueblo es quien elige a sus representantes para
que lleguen a este espacio de poder que es el Estado y dirijan la
vida de la sociedad, bajo el principio que gobernarán con honestidad,
transparencia, y con fidelidad al planteamiento ideológico de
sus propuestas de campaña, que fue lo que les hizo merecedores
del voto y la confianza popular (Dalh, 1998)
Pero suele suceder que algunas personas que llegan a ser parte del
gobierno u otras, que por una oportunidad laboral se vinculan para
trabajar como parte de la burocracia, se ubican en este espacio de
poder privilegiado y pierden la perspectiva de que se encuentran
allí para servir. Entonces buscan la forma de obtener beneficios
económicos personales, por lo que se convierten en nuevos ricos.
Otra forma por la cual se forman nuevos grupos de poder constituyen
las asociaciones ilícitas, que buscan la forma de invertir su
dinero en acciones que les permitan alcanzar el poder político para
evitar sanciones, por ejemplo, financiando una campaña electoral.
Mientras el ideal de la democracia es igualar las condiciones de
vida de las personas, los actos de corrupción o las acciones ilícitas
crean nuevos grupos de poder que incrementan la brecha entre
ricos y pobres.
Por eso, la participación ciudadana es clave para vigilar el desempeño
de los representantes electos, sus equipos de trabajo y demás
funcionarios que integran la burocracia (Ziccardi, 2004).
El pueblo, en uso del poder que le da la Constitución, el de control
social, debe exigir procesos reales de rendición de cuentas donde
se evidencie el destino de los recursos del Estado que son de
propiedad del pueblo y que tienen como fin su bienestar. Las autoridades
deben explicar al pueblo por qué se adoptaron tales o
cuales medidas; por qué se hicieron o no se hicieron obras; los
beneficios y los riesgos de sus decisiones; los presupuestos manejados;
los contratos realizados; los procesos de selección de personal,
como parte de las acciones de transparencia de la información,
control social y rendición de cuentas a las que están obligados por
mandato constitucional.
En el Ecuador es posible revocar el mandato del presidente, vicepresidente
de la República, alcalde, prefecto y cualquier dignidad
elegida, cuando se ha comprobado que han cometido actos de
corrupción o han incumplido con sus ofrecimientos de campaña.
Además se pueden aplicar las sanciones legales penales (CRE, 2008).
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